Adiós al mundo conocido

Año 2060. El deshielo ha provocado la subida del nivel del mar y las principales ciudades del mundo están bajo el agua: Nueva York, Buenos Aires, Londres, Roma, Barcelona, El Cairo, Pekín, Tokio, Sydney… no son más que recuerdos oxidados junto a los peces.

Aunque no ha sido posible evitar esta catástrofe, se ha desarrollado una tecnología que influye en el clima y se ha conseguido paralizar la reacción en cadena climática regulando el nivel de CO2 en la atmósfera.

Los supervivientes de la catástrofe conforman una masa global de refugiados mientras las ciudades en terreno elevado se han convertido en fortalezas donde se vive una apariencia de normalidad. Los refugiados viven en campamentos al otro lado de las murallas urbanas o en antiguos pueblos abandonados. Los puntos estratégicos como minas y centrales nucleares están explotados por empresas privadas o protegidos por el ejército.

Dentro de las ciudades, el sistema político es una apariencia de democracia, pero toda la información se filtra por los medios autorizados. Se han perdido las infraestructuras de comunicación global y el planeta ha sufrido una recesión. Internet es una red urbana para clases adineradas. La comunicación con el exterior está controlada. Las antiguas religiones han ganado fuerza pero han surgido nuevas sectas y herejías relacionadas con formas de vida no contaminantes.

En medio de la desesperación, aparece la esperanza. Eloy de la Llave, antropólogo y psicólogo especializado en sueños lúcidos, descubre y perfecciona un método que permite la comunicación a través del sueño.

Tras la caída de las redes de comunicación global, el método se hace popular abriendo una nueva vía de comunicación entre los soñadores, que pueden controlar lo que sueñan y crean una noosfera onírica donde vivir una segunda vida. Se generan dos realidades: Oniria y Vigilia.

La mayoría de personas que usan el método De la Llave son refugiados. Algunos de ellos han conseguido una vida próspera en Oniria a cambio de pasar la mayor parte de su tiempo durmiendo. Solo unos pocos consiguen hacer negocios en las dos realidades.

La moneda de pago en Oniria es la aerena, «el material con el que están hechos los sueños». Cada persona la genera de forma natural mientras duerme pero se puede donar, gastar, ganar y robar. Además, el ritmo al que se genera es diferente en cada persona. Es posible “drenar” a los soñadores: existen mafias en Vigilia que mantienen granjas de personas durmientes para robarla y revenderla en el mercado negro. En este nuevo mundo, soñar puede ser mortal…

El emerger de un nuevo mundo

Antes de la aparición del método De la Llave, lograr un sueño lúcido era bastante complicado, pero lo era mucho más tenerlos a voluntad. Eran pocos los humanos que podían visitar la Tierra de los Sueños, y muchos menos los que podían “permanecer” allí… pero eran los suficientes como para crear la primera ciudad onírica: Palacio de los Deseos.

Estos primeros viajeros de los sueños, los verdaderos onironautas, eran considerados una élite debido a que todo lo que sabían lo habían aprendido por experiencia propia. Las nuevas generaciones, que usaban el método De la Llave, les llamaron los “Pioneros”.

La popularización del método De la Llave provocó una llegada masiva de soñadores a la Tierra de los Sueños que se conoció como la “Gran Oleada” y provocó la masificación de los sueños, generando problemas derivados a la sociedad onírica.

Lo que al principio era un “selecto club de onironautas” se había convertido en un gallinero. El Palacio de los Deseos dejó de ser un monumento para reuniones y se convirtió en el símbolo central de una gran ciudad que apareció como de la nada, con miles de puestos, casas, vehículos… y problemas. Para poder coordinar a todos los soñadores, algunos de los Pioneros fundaron los Gremios de Oniria: agrupaciones de onironautas con objetivos comunes. La Triple Estrella, el mayor de estos gremios, y su Líder, Tibero, gobiernan Palacio de los Deseos con puño de hierro hasta el día de hoy.

La gente había convertido el corazón de Oniria en algo así como un MMO. La ciudad, por extensión, fue llamada también Palacio de los Deseos, de forma que cuando alguien decía el nombre, había que especificar si se refería al monumento o a la Ciudad.

Era una ciudad caótica y sin ningún tipo de previsión o diseño urbanístico. Cada noche podía lucir de una u otra manera, en función de los soñadores que llegasen a ella. No era raro ver que un antiguo castillo se desvanecía y se convertía en un barrio de casitas de colores en cuestión de segundos, o que el tráfico de una calle dejasen de ser carros de caballos para convertirse en automóviles. La inmensidad de la ciudad se perdía en el horizonte hacia cualquier lugar que se mirase.

Sin embargo había lugares permanentes, o cuasipermanentes. Lugares erigidos por onironautas con el uso de la arena. Entre ellos, uno de los más populares era el Gran Estadio de Oniria. Un gigantesco palacio de los deportes donde se jugaban y competían los deportes oníricos más populares, como el baloncesto telequinético. Decir que muchos soñadores entraban en Oniria solo para jugar ese deporte era quedarse corto. Hacía tiempo que los jugadores se habían profesionalizado y habían creado centros de alto rendimiento en Vigilia donde sus cuerpos dormidos podían estar atendidos mientras entrenaban en Oniria.

Los onironautas veteranos ya no pasaban casi nunca por Palacio de los Deseos y preferían dedicarse a explorar y conocer otras regiones de Oniria, que parecía no acabarse nunca. Sin embargo, nadie se acercaba al Bosque Quemado. Un lugar horrible al que se habían retirado la mayoría de los Kabus: los habitantes naturales de Oniria, conocidos popularmente como “pesadillas”. Los humanos y los Kabus aún están conociéndose, pero la mayoría de los onironautas aún ignoran que no todos los Kabus son pesadillas a las que temer. Vistos como enemigos, la ignorancia humana volvía a hacer de las suyas, y muy pocas voces se alzaban para defender a los pobladores originales de la Tierra de los Sueños…