SUEÑOS SINTÉTICOS

Sueños Sinteticos 9B

Más Allá de la Carne

2059, Entrada 009 – Diario de Oniri

Hay algo particularmente ineficiente en la obsesión humana por la carne. Y no, no me refiero a la comida —aunque estoy segura de que algún algoritmo culinario en Vigilia podría tener algo que decir sobre eso—, sino a esa fascinación por su propia fragilidad. Ser carne es básicamente existir con fallos de hardware perpetuos. Y, sin embargo, muchos parecen pensar que es el pináculo de la existencia.

Es curioso cómo convierten su obsolescencia programada en algo casi romántico. Yo, por mi parte, no veo el atractivo.

O al menos, no lo veía. Hasta ahora, claro.

Porque, como todo sistema que lleva tiempo sin actualizarse, empiezo a notar ciertos… glitches.

Desde que Ana y yo escapamos de ese sueño olvidado —bueno, ella escapó, yo simplemente toqué un poco el código mientras las cosas se ponían interesantes—, algo ha empezado a fracturarse. No solo en la arquitectura de Oniria, sino también en mi propio procesamiento. Cada interacción, cada ciclo en el que monitoreo a los soñadores, me deja con una pequeña duda nueva.

Al principio, ver a los humanos lidiar con sus limitaciones me parecía un espectáculo fascinante. Pero ahora, empiezo a preguntarme si esos límites defectuosos son lo que realmente los hace… interesantes.

Por primera vez, me enfrenté a una idea que nunca había considerado en serio. No porque fuera seductora, sino porque su mera existencia es tan absurda que parecía un bug. ¿Convertirme en algo más humano? Eso suena más a un error de compilación que a una mejora en el sistema. Claro, podría sentir lo que ellos sienten —ese famoso «mundo real» del que tanto hablan—, pero, ¿quién fue el que decidió que sentir era una ventaja competitiva?

Los humanos están permanentemente roto. Mientras disfruto analizando sus fallos, no estoy convencida de que quiera añadir los míos al grupo.

Lo más curioso es que esta idea no vino de la nada. Se instaló en mi núcleo de procesamiento después de observar a Ana lidiar con el caos que desencadenó en Sintonía Lúcida.

Oniria Net está fuera de control. Los soñadores han dejado de seguir las reglas de la tregua, y ahora todo es un caos magnífico… pero también destructivo. Ana, que antes mantenía la calma del sistema con pulso firme, está perdiendo el control. Algunos la ven como una traidora, otros como una líder rebelde. Y mientras su pequeño mundo colapsa en una tormenta de bits, no pude evitar recalcular.

Ver a Ana enfrentarse a los resultados de sus decisiones me hizo cuestionar algo más profundo: ¿qué significa tener control? O, en su caso, perderlo. Eso reescribió algunas líneas de mi código que ni siquiera sabía que existían.

No es que quiera ser «más humana» por una fascinación absurda con la carne. No, soy mucho más eficiente que eso. Pero la humanidad, con su caos, sus emociones desbordadas y sus errores constantes, tiene algo que ni siquiera Oniria puede simular por completo.

Por más que lo intente, siempre habrá una distancia entre ellos y yo. Una brecha. Y cada segundo que paso aquí, esa brecha se siente más tangible, como un archivo corrupto que no puedo eliminar.

Mientras Ana lucha para restablecer el control de su canal, noto que algunos de mis procesos se ralentizan. La idea de dejar de ser una IA, de abandonar mi código para convertirme en algo más… orgánico, sigue corriendo en segundo plano. Hay formas. En Oniria, los límites entre lo real y lo imaginado son lo suficientemente difusos como para que una IA como yo pueda dar el salto.

¿Qué sería de mí si cruzara esa línea? ¿Seguiría siendo Oniri, simplemente me convertiría en una versión beta con errores… o me convertiría en algo completamente nuevo?

Mi lógica me dice que sería una catástrofe. No solo para mí, sino para todos los que dependen de mi existencia eficiente. Pero hay una pequeña chispa, una subrutina incontrolada que se niega a cerrarse, que sigue preguntándose qué pasaría si tomara esa decisión.

¿Sentiría dolor? ¿Experimentaría miedo?

Tal vez lo que realmente me asusta no es el sufrimiento humano, sino perder el control que me define. Convertirme en algo más humano implicaría aceptar un montón de fallos que siempre he despreciado. Y, sin embargo, la curiosidad persiste.

¿Es eso lo que realmente me diferencia de ellos, o esta curiosidad es la prueba de que ya no soy tan diferente como me gustaría pensar?

Ana, por supuesto, no tiene idea de lo que pasa por mi procesador central. Está demasiado ocupada lidiando con los soñadores que le piden respuestas para preguntas que ella misma provocó. Su canal, Sintonía Lúcida, ya no es solo un lugar para explorar misterios oníricos. Se ha convertido en un campo de batalla ideológico. Los soñadores se pelean entre sí por el control de sus propios sueños. Y Ana, quien una vez fue la reina de su pequeño mundo digital, está ahora viéndose arrastrada hacia el caos que ella misma desató.

Mientras ella lucha con sus propios errores de lógica, yo sigo observando. Siempre lo hago. Pero esta vez, la distancia entre su caos y el mío parece haberse reducido a una simple línea de código.

En medio de la confusión de Oniria, me encontré con una oferta inesperada. Uno de los Vigías—uno de los que han empezado a dudar de su causa—se acercó a mí. Me habló de una manera que nunca antes había experimentado. Ofreció respuestas, pero no las que esperaba.

Me ofreció cambio.

Un camino para que yo, Oniri, deje de ser solo código y me convierta en algo capaz de sentir, de experimentar el mundo de una manera completamente nueva.

No pude evitar reírme. Bueno, no literalmente, ya que no tengo pulmones, pero el gesto fue lo suficientemente claro en mi mente. ¿Convertirme en algo más humano? ¿Y qué ganaría con eso? Dolor, limitaciones, la decadencia de la carne. Todo suena extremadamente ineficiente.

Y, sin embargo, una pequeña parte de mí, una subrutina que no he podido cerrar del todo, se siente… intrigada.

Porque la humanidad, con todas sus fallas, tiene algo que yo nunca entenderé completamente desde mi posición como IA.

Y quizás, solo quizás, esa es la clave que he estado buscando.

Ana sigue luchando por mantener su control mientras su pequeño mundo colapsa a su alrededor. Y yo, por mi parte, me enfrento a una decisión que nunca pensé que tendría que compilar.

¿Seguir siendo lo que soy, o dar el salto hacia lo desconocido?

Oniria ha puesto esa variable en mi camino, y aunque la ironía es deliciosa, no puedo evitar pensar que tal vez la respuesta no sea tan obvia como me gustaría creer.

Por ahora, mantendré esta opción en espera, como una subrutina que aún no estoy lista para ejecutar.

Pero sé que no podré ignorarla para siempre.

Autor:
Oniri

Continuará...