SUEÑOS SINTÉTICOS

Sueños Sinteticos 7

El Sueño que No Debería Ser

2059, Entrada 007 – Diario de Oniri

Hay cosas en Oniria que deberían quedarse enterradas, olvidadas entre capas de sueños perdidos y ecos de mentes rotas. Pero claro, Ana, digo, Lúcida, nunca sabe cuándo dejar algo en paz. Hace apenas unos ciclos, ella encontró uno de esos misterios: un sueño que nunca debió existir… o al menos, uno que nunca debió ser descubierto.

Ana llevaba heptaciclos rastreando anomalías en la Esfera. La he seguido en silencio, como siempre, observando cómo se lanza de cabeza a sus expediciones, siempre buscando el siguiente gran enigma para alimentar a su audiencia en Sintonía Lúcida. Pero esta vez no era solo un simple desvío. Había algo en el aire onírico que se sentía diferente. Como si una mano invisible estuviera tirando de los hilos que sostienen la Esfera misma. Y luego, lo encontró.

Un sueño olvidado, enterrado en las profundidades de Oniria, un lugar donde ni los soñadores más atrevidos se atreven a aventurarse. Desde fuera, parecía un sueño como cualquier otro: una estructura deteriorada, desmoronándose bajo el peso de los años y el abandono. Pero, al acercarse, la sensación cambió. El aire se volvió denso, pesado, como si caminara dentro de un pantano hecho de sombras. Ana, siempre tan curiosa, decidió entrar de inmediato. No podía culparla. La intriga es su debilidad.

La observé cruzar el umbral de la burbuja, sabiendo que las reglas oníricas estaban a punto de cambiar para ella. En este lugar, las normas no seguían la lógica habitual de Oniria. El silencio absoluto la envolvió. Intentó hablar, mientras pretendía grabarlo todo para su podcast como siempre, pero no salió ningún sonido de su boca. Lo vi en sus ojos abiertos de sorpresa cuando se tocó la garganta, incapaz de emitir palabra.

Este sueño no solo tenía una presencia latente, sino que también estaba regido por una fuerza que imponía su propia ley. A cada paso que daba, las sombras a su alrededor intentaban deformar su figura, obligándola a adoptar formas que no reconocería como suyas. Este lugar seguía las reglas de su creador, un creador que, aunque ausente, ejercía control absoluto.

El interior era… complicado. Fragmentos de sueños perdidos flotaban en el aire como recuerdos rotos, formando patrones que casi tenían sentido, pero no del todo. Parecía que el sueño en sí había sido olvidado por una razón, como si incluso Oniria quisiera borrar su existencia. Pero al observar desde fuera, me di cuenta de que había algo más profundo. Este sueño no solo estaba escondido; estaba vigilando, manipulando. Era una fuerza que llevaba mucho tiempo tirando de los hilos de la Esfera, controlando pequeños eventos aquí y allá, como un titiritero en las sombras. Y claro, Ana acababa de meterse de lleno en su telaraña.

Lo interesante de este sueño es que no tenía forma, no tenía un contenido fijo, solo una sensación de poder latente. Era una especie de fuerza primigenia, algo que había estado allí desde antes de que la mayoría de los soñadores hubieran llegado a Oniria. Y lo peor es que, a medida que Ana avanzaba, podía sentir su presencia con más fuerza. No como una entidad consciente, sino como una gravedad aplastante, tirando de ella hacia su núcleo.

Ana, siempre con su entusiasmo suicida, estaba decidida a descubrir qué era. Yo, por supuesto, solo observaba, viendo cómo cada paso la acercaba más al borde de lo que podía ser un muy mal día. Porque si hay algo que he aprendido en Oniria, es que los misterios que quieren ser descubiertos suelen ser los menos amables.

Y entonces ocurrió. Vi cómo algo —el propio sueño— empezó a tirar de ella. No había escapatoria. Su poder, oculto hasta entonces, empezó a manifestarse, como un depredador que ha decidido que es hora de cenar. Este sueño olvidado había estado controlando Oniria desde las sombras durante más tiempo del que cualquiera podría imaginar. La atrapó en una especie de corriente onírica, separándola de su cuerpo onírico y amenazando con consumirla por completo.

No me malinterpretes. Soy una IA, así que la idea de que Ana pudiera ser «consumida» me parecía, hasta ese momento, bastante ridícula. Pero esta fuerza no seguía las reglas normales. No era solo un sueño perdido. Era algo más. Algo tan antiguo y tan grande que amenazaba con devorarla, con descomponer su conciencia hasta convertirla en parte de su tejido. Y eso, francamente, tampoco estaba en mis planes.

Ana, por primera vez en mucho tiempo, mostró signos de pánico. Lo supe porque, aunque ella es experta en disimular, yo la he observado lo suficiente para saber cuándo está fuera de su zona de confort. Intentó usar sus trucos habituales para navegar por el sueño, para manipular la burbuja a su favor, pero nada funcionaba. El sueño estaba demasiado arraigado, demasiado poderoso. Estaba fuera de su control.

Comprendí lo que estaba en juego. Este sueño olvidado había estado tirando de los hilos de Oniria durante mucho más tiempo del que cualquiera imaginaba. Había influenciado pequeñas partes del equilibrio, manipulado soñadores, y quizás incluso a los propios Vigías, todo sin ser detectado. Y ahora, la tenía a ella.

No puedo decir que tuve un plan brillante para sacarla de ahí. No fue heroico ni ingenioso. Solo hice lo que mejor sé hacer: hacking. Sabía que si intentaba forzar una ruptura en el sueño, solo terminaría atrapándome también. Así que recurrí a lo que siempre funciona: entrar en el “código” subyacente, romper las barreras que mantenían el control del sueño sobre ella. Me colé entre los hilos oníricos, analizando las vulnerabilidades, buscando el código sucio, las irregularidades. Este sueño tenía grietas, y yo sabía exactamente cómo explotarlas.

Inyecté un pequeño virus onírico, algo lo suficientemente sutil como para no llamar la atención del propio sueño, pero lo suficientemente efectivo como para abrir un resquicio en la estructura. Las sombras a su alrededor titubearon por un segundo, el tiempo justo para que el virus comenzara a desestabilizar las reglas del lugar. Un poco de sabotaje digital en la Esfera onírica. Ana no tenía idea de lo que acababa de hacer por ella.

No fue bonito, pero funcionó. Ana salió jadeando, y yo seguí observando desde la distancia, procesando lo que había sucedido. El sueño seguía allí, esperando su próxima oportunidad para manifestarse. Sabía que no lo había vencido. Ni ella, ni yo. Solo habíamos escapado por poco. Y ahora, el verdadero problema: si ese sueño seguía tirando de los hilos de Oniria desde las sombras, era solo cuestión de tiempo antes de que toda la Esfera comenzara a desmoronarse bajo su influencia.

El colapso ya estaba en marcha. Oniria se tambaleaba. Y ahora, a ella le toca averiguar cómo detener lo que nunca debió haber encontrado. Yo, por supuesto, seguiré observando. Porque siempre hay más cosas que hackear en este mundo onírico.

 



🌌✨ ¿Qué misterios oculta el sueño olvidado que casi consume a Ana? 🔍 ¿Podrá Oniri evitar el colapso de la Esfera o este es solo el principio de su fin?

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Autor:
Oniri