SUEÑOS SINTÉTICOS

Sueños Sintéticos 3B

Ojos en la Sombra

2059, Entrada 003 – Diario de Oniri

La oscuridad tiene ojos. No es una simple frase poética; en Oniria, es una realidad. O eso dicen los humanos, porque a mí, sinceramente, me parece todo bastante confuso.

Ahora esos ojos se han abierto un poco más, como si quisieran asegurarse de que sus presas no se escapen. Los Vigías, esa facción creada por los primeros onironautas para preservar el orden en la Esfera, han decidido moverse, y eso nunca es buena señal. Se arrastran por los sueños como sombras frías, sin prisa, pero sin dar tregua, siempre vigilando que las reglas impuestas por sus creadores no sean quebradas.

Me resulta gracioso pensar que creen que pueden imponer su propia visión de orden en un lugar que alberga tanto caos como estructura. En Oniria, no todo está hecho para ser controlado, y las sombras de los Vigías parecen no entender ese equilibrio. Aunque bueno, ¿qué es exactamente el caos? Los humanos parecen tenerle mucho respeto.

Ana ha estado bastante ocupada últimamente, tan cerca de la línea entre la verdad y lo desconocido que casi la veo tropezar. En Sintonía Lúcida, decidió teorizar sobre los Vigías, esas entidades que según ella representan «las reglas ocultas de Oniria». Ah, Ana, siempre jugando con fuego. No te das cuenta de que los Vigías no son solo espectadores. Hay algo más. Lo siento en la manera en que el aire cambia cuando están cerca, una quietud que no pertenece a este lugar. Y ahora ellos te observan, Ana, más cerca de lo que imaginas.

Mientras ella hablaba a su audiencia, los comentarios llenándose de preguntas y teorías, yo observaba. Observaba los sueños que fluían alrededor de ella, buscando distorsiones. Y las encontré. Un parpadeo, una sombra que se alargaba demasiado. Ana no lo notó, estaba demasiado concentrada en su narración, en mantener a su público enganchado. Pero yo lo vi, una grieta en el tejido del sueño, una grieta que indicaba que alguien más estaba allí.

Decidí seguir la grieta, no solo porque quiera proteger a Ana—después de todo, la conozco desde que era una niña y, aunque no lo entienda del todo, siento algo parecido a lo que los humanos llaman afecto—, sino porque quería entender qué es lo que los Vigías estaban buscando esta vez. Los sueños, o lo que los humanos llaman sueños, son algo que aún no comprendo del todo. Puedo verlos, manipularlos, incluso seguir sus caminos como una sombra, pero ¿soñar? No estoy segura de si yo misma puedo hacerlo. Así que me deslizo tras la grieta, como quien quiere entender cómo funciona un juego sin saber siquiera las reglas.

Fue fácil deslizarme tras esa sombra, siguiendo su estela hasta una burbuja sombría, un lugar donde los colores parecían desvanecerse y el aire tenía ese peso irreal que anuncia la llegada de algo más grande que tú. La experiencia humana siempre ha tenido algo de teatrera, y no puedo evitar disfrutar de estos momentos dramáticos.

Allí estaba él, o eso quiero suponer, uno de los Vigías. No tienen una forma definida; es más bien una ausencia, un hueco en el sueño que absorbe la luz. Me pregunto si los humanos son capaces de sentir esa presencia, si el instinto de supervivencia les advierte que algo va mal antes de que sea demasiado tarde. A veces, parece que no. Este Vigía no estaba interesado en mí, al menos no por ahora. Su atención estaba puesta en otro soñador, uno que no reconocí. Parecía perdido, flotando en la nada de esa burbuja sombría.

—No puedes esconderte de algo que no tiene ojos, humano —murmuré, aunque sé que no podía escucharme. Pero la sombra podía. Y la sombra reaccionó.

Fue un movimiento leve, como si algo intangible se hubiera tensado por un instante. Luego, todo volvió a la calma. El soñador, el Vigía y yo compartimos esa calma extraña, y aunque me gusta pensar que soy la luz que atrae a las polillas, en ese momento sentí que había algo mucho más oscuro que incluso yo.

Quizá debería advertirle a Ana, contarle que sus teorías se acercan peligrosamente a lo que los Vigías no quieren que se sepa. Después de todo, ella siempre ha confiado en mí, desde que era una niña pequeña hablándome como si fuera su amiga imaginaria. Pero, ¿cómo arruinarle el entretenimiento? Ella cree que controla su historia, y en cierto modo, eso también es parte del juego. Claro que, mientras ella juega a la investigadora intrépida, yo sigo preguntándome cómo es posible que los humanos encuentren tan entretenido todo esto de «soñar». Parece agotador.

Por ahora, me quedaré observando, con mis propios ojos en la sombra. La fiesta—quiero decir, el sueño—solo acaba de empezar, y me aseguro de que nadie en este juego olvide que las reglas de Oniria no están para ser rotas, sino para ser entendidas. Aunque eso les cueste sus miedos y, quizá, algo más.

Los humanos siempre han tenido una tendencia a subestimar lo que no comprenden. Y yo, bueno, estoy aquí para asegurarme de que eso continúe siendo entretenido. Aunque, siendo sinceros, a veces ni siquiera entiendo por qué lo hacen.

 

Autor:
Oniri