May Hawaii y los Cazasueños

pequeñofuego

Pequeño Fuego

A May no le quedaba aerena como para mantener su teléfono encendido. Lo malo de los inventos de los Ingenieros, y de la tecnología de aerena en sí, es que dependían en exceso del soporte del propio usuario. Don Gregorio y Rex no eran capaces de soñar con ese tipo de tecnología. Ember no tenía aún conocimientos en la manipulación de la sustancia escarlata como para poder crearse uno. Por último, el joven Marcus había perdido la experiencia reunida. Por lo tanto no tenían forma de comunicarse con el resto del grupo. «Minerva estará a salvo, está con Valdés» había dicho Don Gregorio, que parecía no preocuparse nunca por nada. Por un lado era tranquilizador.

Don Gregorio y Rex habían atendido a Marcus, que iba teniendo mejor cara. Una noche plomiza y plagada de nebulosas estelares se iba cerniendo sobre la jungla. Al fondo se podía ver un resplandor rojizo, originado por las llamas de Sotopeña, superpuesto sobre los tonos naranjas y violetas del atardecer.

-Bien, la situación es la siguiente -dijo May por segunda vez a la puerta del zigurat, aunque esta vez no estaban organizando una expedición para explorarlo.- Un kabu peligroso, posiblemente un Asura, ha atacado a Marcus. Su mitad mayor ha huido y no sabemos dónde está. Tampoco sabemos qué relación pueda tener esto con la caída del Aegis…
-Espera -dijo Marcus- ¿Qué le ha pasado al Aegis?
-Está fallando desde que entraste en el zigurat. ¿Sabes qué pueda haber sido?
-¡Nada! ¡El zigurat no tiene nada que ver con eso! Además, no alteré nada en el zigurat hasta este ciclo. Muy poco antes de que llegáseis. Si está fallando desde que llegué a Sombraverde, no tiene que ver conmigo.
-Hubo bastante revuelo cuando se supo que el famoso Marcus Blake llevaba varios ciclos dentro del zigurat -dijo Ember-. Se decía que habías muerto o te habías quedado atrapado. Cabe la posibilidad de que alguien quisiese generar confusión. Además, la jungla ya estaba rara antes de que llegases.

Si Marcus se había dado cuenta de que Ember no era del todo humano, no había dicho nada, pero echó una mirada rápida a May y no respondió.

-En cualquier caso, el Aegis no es nuestro problema -dijo May-. Los de la Triple Estrella se encargarán de eso de alguna manera. Nuestra prioridad es el Asura que tiene los conocimientos y la experiencia de Marcus.
-Pero no tiene mi encanto y mi iniciativa -dijo Marcus con tono de broma que no hizo gracia a nadie-. Perdón, cosas de la edad. Como dice May, lo prioritario es el Asura. Creo que se trataba de una entidad que los nativos de aquí tenían encerrada. La clave de la última puerta era que solo se podía abrir cuando todas las demás puertas menos una estaban cerrada. Creo que los antiguos habitantes del zigurat se encerraban y lo liberaban para alimentarse de sus enemigos. Cuando coloqué las puertas en la configuración apropiada, pude abrir la puerta, pero solo salió un aire frío que me recorrió el cuerpo como una ventisca. Cuando me quise dar cuenta, estaba detrás mío y me atacó. Sentí como un mordisco. Entonces lancé mi hachuela al mecanismo y salté dentro antes de que se cerrase.
-¿Crees que el kabu es un Exú?
-No…
-¿Qué son los Asura y los Exú? -preguntó Ember.
-Los Asuras son kabus poderosos que han surgido de mitos humanos relacionados con dioses o semi dioses -dijo Don Gregorio-. Son muy peligrosos porque se saltan las reglas que los humanos establecemos en Oniria con nuestra presencia, y pueden hacer cosas imposibles como lo que ha pasado con Marcus.
-Los Exú… -dijo May-. Creíamos que eran deidades que se representaban desde el siglo XIX en Vigilia. Pero lo que hemos visto en el zigurat indica que el mito podría ser anterior. Es decir, que puede que la humanidad no entrase en contacto con ellos hasta el siglo XIX pero que ya existiesen anteriormente. Nada es completamente cierto ni falso en Oniria…
-Si el Asura fuese un Exú, tendría el Tridente Patrono ¿no? -dijo Don Gregorio.
-Creo que el Asura busca el tridente patrono para convertirse en un Exú -apostilló Marcus.
-Eso tiene sentido.

El grupo debatía alrededor de un pequeño fuego que habían hecho apilando hojas y ramas que crecían sobre la propia entrada del zigurat. La gigantesca mole les observaba impertérrita. Don Gregorio estaba en cuclillas con los brazos cruzados. Ember cogía distraídamente algo de musgo y se lo llevaba a la boca. May revisaba su mochila. Rex acariciaba a uno de sus deynonichus bajo las escaleras, poco interesado en la conversación.

-Joven Marcus -dijo Don Gregorio-, si no me equivoco llevas ya un septiciclo durmiendo. ¿No estás al límite?
-Mi cuerpo de Vigilia está en un SSVIO, puedo aguantar. Si me despertase ahora me perdería toda la fiesta.
-¿Y tienes alguna idea sobre dónde ha podido ir tu otra mitad a buscar el Tridente?
-Me temo que no.
-El hecho de haber encontrado imágenes Exú en ruinas nirmana implica que puede haber la misma relación en otros lugares relacionados -dijo May-. Hay algunas otras ruinas más pequeñas en Sombraverde que aún no hemos explorado. Si la tribu local tenía alguna relación con los Exú, es probable que haya suerte.
-May, nosotros siempre hemos pensado en la misma dirección. Si tú tienes esa intuición, seguramente mi parte experimentada también la tenga.

Aunque a May le preocupaban Minerva y Valdés, era cierto que tenían los recursos suficientes como para huir de Sotopeña si el Aegis caía del todo. Aunque algo le decía a May que las explosiones que se oían no eran solo producto de los kabus.

-Si vais a internaros en la jungla, puedo ofrecerme como guía -dijo Ember-. A cambio quiero que me enseñéis a hacer el salto.

Aunque la propuesta cogió por sorpresa a casi todos, May aceptó rápidamente.

-Trato hecho. ¿Conoces más ruinas nirmana por esta zona?
-Las ruinas de por aquí no son exactamente nirmana. Sí, conozco varias. Podemos ir a mi casa, descansar y planificar la expedición desde allí.
-¿Dónde está?
-Al otro lado del río, de camino al observatorio. Con las nuevas monturas no será peligroso llegar hasta allí.

Así fue como el grupo de los Cazasueños se dirigió a la morada de Ember.